24 mayo 2019
Fatema había sido muy deseada. Tanto, que cuando su madre anunció la llegada de un bebé a la familia, la onda expansiva del júbilo que provocó la noticia se mascó durante días en el barrio. Habían sido semanas, meses intentando esquivar sin éxito la pregunta, y por fin, Halima podría ofrecer una respuesta: el bebé en camino llegaría coincidiendo con el fin del Ramadán, inshAllah.
Las semanas que siguieron al anuncio del embarazo no fueron nada en comparación con los días previos al parto. Halima, a quien la energía le alcanzaba apenas para secarse el sudor de la frente, recibía sin descanso turnos de visitas de vecinas y familiares en el patio de la casa. Además de ofrecer bendiciones, dátiles y telas, aconsejaban a la futura madre en base a sus propias experiencias, mientras el sol horadaba la tierra del desierto y lo tornaba todo de un color amarillo palo.
Uno de esos días en los que su vecina le ponía las manos sobre el vientre para susurrar la enésima plegaria al cielo, Halima sintió la primera contracción. A esa le siguieron varias y en menos que canta un gallo, estaba de camino al hospital con su marido cogiéndole fuertemente la mano y respirando al compás de ella. En ese gesto coordinado, lleno de espontánea solidaridad, Halima sintió que caminarían siempre así, respirando al unísono y agarrados, sin siquiera pensarlo de natural que sería. Pero esa certeza, tan firme como una roca, se volvió arena del desierto y voló lejos en cuanto el doctor anunció que su primogénito, ese niño tan amado y deseado, había nacido niña.
¡Muchas gracias por tu apoyo CR CR! :)
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Hola Alessia: Como me alegro que hayas vuelto a escribir y mandarnos cositas. Estupendo muchos besos
Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
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