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Vidas bajo tierra: la realidad de los boskettari en Rumanía

En una ciudad de casi dos millones de habitantes, uno puede encontrar todo tipo de condiciones de vida y, por supuesto, no resulta difícil ver en la capital de Rumanía aquellos que viven en las calles. Pero cuando el frío se vuelve insoportable o el ambiente es hostil, buscar un refugio, sea del tipo que sea, se convierte en una necesidad imperante.

Abril 2011

CIMG0325En Rumanía existen actualmente alrededor de 2.000 personas que no tienen nada con lo que taparse cuando cae la noche y que, por lo tanto, han terminado por enterrarse para sobrevivir: alcantarillas y túneles que conectan el subsuelo de Bucarest son los únicos sitios que los boskettari pueden considerar su hogar. Este fenómeno, que conmociona a pocas personas, ocurre más de lo esperado y tiene su propio nombre, una palabra italiana que proviene de bosco –bosque- y que le da a estas personas, y al fenómeno en sí, la connotación de salvaje, de asilvestrado.

¿Cómo comenzó todo?

El fenómeno de los boskettari no ocurre únicamente en Rumanía: India, Brasil, Somalia y Kenia también registran casos. Son regiones y países donde todavía no se han desarrollado las estructuras necesarias para que las personas cuenten con un techo bajo el que vivir.

En Rumanía no es fácil deterDSC00245minar el comienzo de este fenómeno, pero muchas personas consideran la caída del régimen de Ceausescu como el catalizador, puesto que los niños no deseados, nacidos tras la prohibición del aborto, terminaron vagando por las calles sin la posibilidad de acceder a instituciones u organismos especializados, que iban cerrando poco a poco. Desde los años noventa han ido creciendo hasta los actuales niveles, y la indiferencia del gobierno rumano y de la Unión Europea no hace sino alarmar aún más a los pocos que se han retirado la venda de los ojos.

¿Cómo es la vida en el subsuelo?

DSC00256Las alcantarillas, todos los sabemos, son de por sí lugares cerrados, pequeños, donde no entra el aire fresco ni la luz. DSC00257La basura y los insectos, a veces incluso las ratas, son la única compañía de los habitantes del subsuelo. El hedor, causado por los restos de comida que se acumulan en una esquina, es casi insoportable, y el calor asfixiante invita a despojarse de toda la ropa para evitar un inminente mareo. Las muchas moscas, sin embargo, disuaden de hacerlo.

A las pocas pertenencias de utilidad que hay en la alcantarilla que visitamos, solo un colchón da sensación de que, salvando las infinitas distancias, eso podría ser considerado un hogar. Por si fuera poco, una enorme tubería imposibilita el movimiento en la estancia.

Fundación PARADA

DSC00203En los últimos años han empezado a aflorar asociaciones que tratan de ofrecer una alternativa a estas personas. Desde 1996, la Fundación PARADA, presente también en Italia, proporciona a los niños boskettari una alternativa, mucho más sana y productiva, de matar el tiempo. Este “matar el tiempo”, que en la mayoría de ocasiones significa esnifar pegamento y cometer pequeños actos vandálicos, se ve sustituido por actividades circenses y de entretenimiento. De esta manera, los niños encuentran vías para exploran otras facetas de la vida que no les arrebatan su infancia, antes al contrario, que les permiten conectar con otros niños y consigo mismos por las vías del esfuerzo y del afecto.

Esta iniciativa está documentada por la película de Marco Pontecorvo, PA-RA-DA (2008). Basada en la historia de un personaje real, el payaso argelino-francés Miloud Oukili, se nos muestra la vida de estos niños de la calle durante los años 90, y los esfuerzos de este artista por alejarlos de las drogas y de la delincuencia. La película supone un emotivo intento por demostrar una desconocida realidad. Sin embargo, remueve más la conciencia el que, tras décadas, el problema persista sin visos de ser abordado.

Los boskettari en Bucarest

La realidad de estas personas no es conocida por todos los habitantes de la ciudad y las autoridades, en lugar de poner solución al problema, lo esconden por la vergüenza internacional que pudiera provocar. Sin embargo, esta situación es severa; todos esos niños que viven en las alcantarillas crecerán pronto convirtiéndose en adultos que, a su vez, tendrán más niños que nacerán y crecerán en estas condiciones. La situación podría volverse crónica.

La Bucarest enterrada palpita bajo los pasos de las personas que la caminan con zapatos, ajenos a esa suerte de sociedad que se desarrolla bajo sus pies. En la superficie, la ciudad es un hervidero de personas de todas las edades y condiciones sociales, que han viajado, pueden leer y ver la televisión y, por lo tanto, conocen las realidades de otros países, saben que existen otras formas de vida. En muchas ocasiones incluso acceden a ellas. Los boskettari, en cambio, no conocen nada más. Es por eso que, al preguntarles, dicen que prefieren vivir así, porque no conciben una vida marcada por los horarios, por la disciplina. Los niños siguen siendo niños, muestran unas sonrisas desdentadas llenas de alegría y alguna mueca de compasión aprendida que les proporcionará uno o dos lei para llenarse la boca esa noche. Pan para hoy y hambre para mañana.CIMG0332

Para la sociedad que los observa cada día, no tienen nombre, ni cara, ni identidad. Solo saben de ellos que pasan sus días peinando la ciudad, encerrados en su realidad diaria de descontento y dificultades. Provocan pena en algunos, asco en otros pero, sobre todo, provocan muchísima indiferencia. PARADA, junto con otras asociaciones, tratan a diario de utilizar todos los canales posibles para visibilizar este problema. Con suerte, algún día habrá alguna reacción.

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