Octubre 2009
Muchísimos colores, una naturaleza exuberante y rocas cargadas de historia. Esa es sólo una pequeña parte de todas las maravillas que un turista podrá encontrar a su paso por la localidad peruana de Cuzco, cuna de la civilización inca, escenario del colonialismo español y, para muchos, el lugar más místico de Latinoamérica, con el Machu Picchu como principal reclamo.
El salto del charco merece la pena, no sólo por la maravillosa hospitalidad del pueblo peruano, cuya artesanía tosca y colorida recuerda a tiempos en los que los españoles también tejíamos a mano, sino también por la oportunidad de observar de cerca las miradas oscuras e intensas de los niños que, alegres, estiran las manos para mostrar al caminante aquello de lo que están más orgullosos: su esencia, su cultura y su mezcla racial, a caballo entre la magia indígena y el porte occidental.
Cuzco es una ciudad en la que el tiempo parece detenerse, a pesar de la urgencia del viajero por explorar una zona donde cada esquina esconde un secreto y cada persona, una anécdota. Es una ciudad alegre, vitalista, con grandes oportunidades de ocio para los más jóvenes, muchos restaurantes variados y una gran oferta para hacer excursiones a los restos incas más importantes. Y es que no sólo del Machu Picchu está hecho Cuzco; otros restos del período inca menos conocidos en el mundo occidental, como Saqsayhuamán u Ollantaytambo, son un fuerte reclamo para los viajeros que anhelen adentrarse en lo más profundo de estas civilizaciones perdidas, a la vez que dan la posibilidad de recorrer preciosos parajes naturales en los que las propiedades místicas de la tierra siguen, según sus creencias religiosas, intactas en su mayor parte.
Este es el caso del Intiwatana, el reloj solar ubicado en la cima de la “Colina Sagrada” en pleno Machu Picchu, cuyas paredes de piedra son rozadas anualmente por los más de 800.000 visitantes que acuden a este lugar sagrado, convencidas de las propiedades del dios Sol –Inti-.
Montañas, rocas, escaleras y casas de piedra son los escenarios que el turista encuentra a su paso por esta región del país andino, pero no sólo: muchas de esas piedras han tomado forma a lo largo de los siglos para dar lugar a maravillosas iglesias, catedrales y plazas con monumentos a lo largo y ancho de todo Perú gracias a la acción del hombre y su cincel. Tanto es así, que resulta de obligatoria visita la catedral de Cuzco, la Basílica de la Virgen de la Asunción, elaborada por varios artistas a lo largo del siglo XVI, y que llama la atención por su cuidada estructura españolista mezclada con elementos decorativos de artistas de la época, más cercanos a la cultural local.
En definitiva, el Perú, como dicen los locales, es un país de contrastes, con grandes oportunidades para el viajero y, fundamentalmente, con un amplísimo bagaje histórico que ayudará a que las sensaciones se graben en la piel con sólo el sonido de una palabra en quechua, el aroma de la hoja de coca al cocerse en un mate o la mirada de las llamas que deambulan por allí, ajenas a la fascinación que ejercen en quienes solo las han visto en los libros.