03 diciembre 2015
Gracias, mamá, porque no te asustaste cuando me viste la primera vez, sino que me abrazaste y me amaste de la misma manera que a mis hermanos.
Gracias, papá, porque nunca colaste entre tus suspiros una gota de desesperación, sino solo las ganas de hacer fuerza.
Gracias, mamá, porque demostraste más paciencia que cualquier reloj de arena al enseñarme a comer, a vestirme, a moverme, a estar yo solo.
Gracias, papá, porque siempre estuviste seguro de que aprendería a nadar algún día.
Gracias, mamá, porque tuviste la inteligencia suficiente como para hacerme comprender que defenderme de los ataques nunca sería fácil.
Gracias, papá, porque me llevaste a esos partidos, conciertos, espectáculos y ferias cargando con el peso de mi cuerpo en tus hombros, alzándome a una cumbre muy alta.
Gracias, mamá, porque supiste interpretar mis silencios, mis miradas blancas, mis risas a destiempo.
Gracias, papá, porque supiste secarme esa lágrima la primera vez que pensé que aceptar esto se os podría haber hecho eterno.
Gracias, mamá y papá, porque con vuestro ejemplo me hicisteis creer que recorrer juntos esta carrera de obstáculos sería un paseo.
3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad