Enfermo de la vida

18 mayo 2015

Desde luego que no me siento un enfermo, aunque a veces me da la impresión de que voy a terminar perdiendo la cabeza… Tanto que pensar, tanto tiempo defendiéndome de lo que creo que no debería suponer un problema para los demás, tanto dolor al saber que estoy haciendo daño sin quererlo… Porque es verdad, yo no quiero hacer daño. No quiero leer esa decepción en la mirada de mi padre, esas lágrimas en los ojos de mi madre, esa mueca de extrañeza en los rostros de mis amigos. No puedo, pero estoy tan bloqueado que no puedo hacer nada para detenerlos, como no sea luchar contra mí mismo con una fuerza que no sé de dónde podría sacar.

Y es que no puedo encontrar esa fuerza para luchar porque no siento que esa sea mi causa. No me siento un enfermo, porque no me duele nada; como mucho a veces duele el alma porque me recuerda que a ojos de muchos no soy normal. Soy un enfermo. ¿Enfermo de qué parte, exactamente? De la cabeza, por no ver que no estoy enfermo. De los ojos por fijarme en otros hombres. Del corazón por enamorarme de otros hombres. Del pene, por responder ante ellos. Enfermo de la garganta, por reírme con ellos. Enfermo de las manos, que al parecer se mueven demasiado. Enfermo de la vida, al parecer, porque no me dejan vivirla de la única forma que puedo, que sé y que quiero.

17 de mayo de 1990, la homosexualidad queda eliminada de la lista de enfermedades mentales.

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