9 enero 2015
Nunca me pareció la vida tan absurda como cuando decidió apartarte de mí.
Nunca me pareció tan ajena la felicidad como cuando la vida decidió que suficiente por hoy, por mañana, por siempre.
Nunca me pareció tan viejo el cielo como cuando la vida hizo evidente que solo volveríamos a sonreír por separado.
Nunca me pareció tan cercano el horizonte como cuando la vida te chivó al oído que te estabas marchitando conmigo.
Nunca me pareció tan innecesario respirar cuando la vida evidenció que otros también serían capaces de reconocer tu luz, y que ellos también merecían cegarse.
Nunca me pareció tan posible morirse sin pena por irse del mundo como cuando tú cerraste la puerta tras de ti, sabiendo que la llave yacería siempre en la mesita de noche.
Nunca me pareció tan largo el futuro como cuando la vida agitó frente a tus ojos ese mundo de posibilidades por estrenar, mundo donde yo no tenía ni siquiera la oportunidad de asomar.