Con su boina calada

8 enero 2015

Con su boina calada y sus guantes de seda sale Ramiro a pasear. Hoy ha elegido el Retiro, porque le habían dicho que era un lugar singular, lleno de rincones curiosos, como el ángel ese que al parece está situado a 666 metros sobre el nivel del mar. Ramiro no lo encuentra excepcional, pero aún así se deja llevar y recorre las diversas avenidas que resquebrajan ese pulmón de Madrid, un pulmón algo infecto que, deduce, nunca dejó de fumar.

Otro día Ramiro elige el río para pasear con su boina calada y sus guantes de seda. Ha tirado alguna piedrecita al caudal, pero no ha sido capaz de hacerlas rebotar. Perdió esa magia cuando era pequeño y nunca más la pudo recuperar.

De sus sitios menos favoritos, Ramiro recuerda la calle Montera. Su boina calada y sus guantes de seda no están bien vistos entre tanta sirena varada, y siente el acoso de sus miradas y sus cantos de reclamo avanzar sin que su conciencia pueda evitar rechistar.

El primer día, con su boina calada y sus guantes de seda, Ramiro se dirigía a su hostal. Lo que no sabía entonces y está recién empezando a descubrir tras un mes en Madrid es que, además de todas esas cosas que decía Sabina en sus canciones sobre esa gran ciudad, tenía razón en que era mejor no volver al lugar donde has sido feliz, para poder seguir evitando el recordar.

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