31 diciembre 2014
El sonido de los tacones contra el asfalto de la ciudad. Eso, más que ningún otro elemento de la mujer, es lo que me llevó a cometer lo que usted considera una atrocidad. Ahora que ha pasado el tiempo lo veo con más claridad: no soy un enfermo sexual, pero hay ciertas cosas que no se puede evitar asociar. Como el taconeo de una mujer por la calle, ese tac tac tac, ¿acaso hay algo en el mundo que suene más musical?
Las minifaldas, los pintalabios y los perfumes, todos ellos son también un ideal. Veo a la mujer encarnada en un monumento al que siempre se debería admirar. No es solo su belleza lo que la hace escultural, es también su pose, su contoneo, ese buen gusto tan delicado que es, al mismo tiempo, brutal. Sin embargo, es el taconeo, ese tac tac tac, lo que me hace perder la cabeza y sucumbir a una tentación que todo el mundo prefiere callar. Pero eso, su señoría, no es forzar, es solo aliviar la necesidad que su taconeo me lanzaba en forma de inequívoca señal.
Por tanto, la señorita Almudena tendría que haber previsto que, si ella llevaba esos tacones, algo así le podría pasar. Ir por ahí provocando con esa prenda tan femenina y tan tremendamente sensual… No puede ser, ¡es demencial!