30 julio 2015
Teodoro es un hombre de costumbres y siempre lo ha sido. Cuando era niño, se levantaba a la misma hora, aunque fuese festivo, y desayunaba lo mismo de pie en la barra del bar de debajo de su casa: churros con zumo de naranja. Su padre pedía un café y fumaba un puro, y en cuanto cumplió catorce años le dieron permiso para incorporar una taza él también. Lo del puro, por suerte, nunca le llamó mucho la atención…
Durante años siguió paso a paso su rutina, tanto en la mañana como en la noche. Poco antes de irse a dormir a las 10 clavadas, iniciaba un ritual muy medido que consistía en cepillarse los dientes, lavarse los pies, lavar las gafas con jabón y agua fría, ponerse el pijama, ponerse unos calcetines y remeter el bajo del pantalón del pijama para que no se le subiese en la noche, leer un capítulo –ni uno más, ni uno menos- del libro de turno, rezar un padrenuestro, poner la alarma y estirarse todo lo largo que era para dormir boca arriba pensando, invariablemente, en lo que le aguardaba al día siguiente.
Ahora que ronda ya los setenta años, sigue levantándose a la misma hora y sigue desayunando lo mismo, sigue prefiriendo la prensa en papel y sigue viendo las noticias de la 2 por la noche, mientras se toma la manzanilla que, como lleva años repitiendo religiosamente, le ayuda a conciliar el sueño.
Teodoro es madrileño y, desde niño, ha ido al Rastro cada domingo. Pasea, regatea con los vendedores que ya le conocen y saben que siempre se va sin comprar nada, y termina la mañana con una tapita de anchoas y una clara con casera, nada de limón. Es un hombre de costumbres, meticuloso, algunos dicen que maniático, pero no es verdad; no le da un ataque de ansiedad ni de furia si no puede hacer lo que quiere, pero sí le incomoda y en casos extremos le entristece. Siempre ha abrazado esa rutina que, con el paso de los años, no ha hecho sino apretarse más y, si esta rutina está plagada de recuerdos de aquellos que ya no están, más aún. Eso explica por qué hoy Teodoro tiene lágrimas en los ojos y no las puede contener, a pesar de tener ya una edad. Y es que, sin su Café Comercial, no sabe dónde podría ir a desayunar.
Muy bueno tu homenaje al Café Comercial!!
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¡Muchas gracias! :) Un abrazo.
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Como siempre Alessia, atenta a todo lo que sucede, aunque estés fuera de España. Muy bueno tu recuerdo al Café Comercial por el que hemos pasado y entrado alguna que otra vez.
Besitos.
M A R I A N
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¡Gracias por tu comentaroi, Marian! Ojalá lo que pongan en su lugar esté a la altura… ¡Un abrazo!
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