Afrodita en la ventana (Bohodón Ediciones)

Presentación Afrodita en la ventana en Madrid, 17 enero 2015 Champanería Librería María Pandora

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Presentación Afrodita en la ventana en Barcelona, 8 marzo 2015, Casa del libro «La maquinista»

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Feria del libro de Madrid, Parque del Retiro, 7 junio 2015

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Para saber todo el valor de una alegría has de tener con quién compartirla.

                                                                             M. Twain

Afrodita, por Gon M.Claudia se encendió un cigarrillo mientras trataba de ignorar la mirada de las personas que en ese momento se cruzaban con ella. La lluvia que hacía no mucho había ondulado su pelo, se secaba ahora sobre el asfalto de la calle, una calle que empezaba a recibir entre sus sombras la luz de lo que sería un día más de aquel otoño húmedo y adormecido. Su maleta negra, sucia tras el largo viaje, empezaba a acumular el peso de una noche sin dormir.

Fumaba desde los trece años, y desde la primera calada lo había hecho con la misma parsimonia con que caminaba o hablaba. Con una cadencia extrañamente sensual, Claudia no tenía prisas para casi nada, y del mismo modo con que cantaba en la ducha lo que casi siempre parecían baladas, consumía ahora el tabaco entre sus dedos.

Personas muy distintas cruzaban miradas con ella, algunas con sus ojos, la mayoría con su cuerpo vestido de rojo y guitarra. Tratando de ignorar la lascivia y sus comentarios, Claudia aplastó el cigarrillo contra el tacón y respiró un aire contaminado y lleno de libertad que empañó sus ojos y sus ideas.

No recordaba la primera vez que había deseado irse a Madrid. Creía haber sido cuando vio Mujeres al borde de un ataque de nervios en el cine de verano del pueblo, pero no podía estar segura porque por aquel 1988 Claudia sólo tenía diez años y una imaginación tan viva que la engañaba con según qué recuerdos diluidos. De lo que sí lo estaba era de las esperanzas que tenía puestas en su nueva vida, una vida cargada de expectativas y de prejuicios que no tardarían en despabilarla.

El repiqueteo de los goterones que caían desde los toldos se sumaba al traqueteo de las ruedas de su maleta que recorrían la Gran Vía, sin esquivar las colillas ni los chicles. Sus enormes ojos de ciervo, como solía decirle Nano, recorrían las fachadas de los imponentes edificios que se le echaban encima en un intento por reubicarse. Y de nada hubiera servido leer un mapa: en sus veinte años de vida, Claudia nunca se había visto en la necesidad de encontrar su camino porque no había tenido la oportunidad de perderse.

A las 8 de la mañana encontró la pensión y con un suspiro lleno de tensión y angustia descargó su ligero cuerpo sobre la cama mientras alejaba de su mente la molesta vocecilla que le gritaba lo loca que estaba, lo mucho que se arrepentiría de eso, lo infeliz que iba a ser en una ciudad donde la gente corre en vez de andar y sobrevive en vez de vivir.

*

Ismael cuelga la chaqueta en el ropero de la entrada mientras recibe el beso de su mujer que, cargado de nada, prefiere no devolver. Ha sido un día largo en el trabajo porque, para qué mentir, no ha podido evitar mirar el reloj cada cinco minutos en un intento por hacer que el tiempo pase más rápido, sin entender cómo es que a su casa tampoco quiere volver. Hace mucho que no piensa en sí mismo como una hormiga más, pero esa sensación punzante de haber decepcionado al Isma de un tiempo crece con las canas, y no puede evitar pensar que ha hecho algo mal, porque casi nada ha salido como él esperaba, empezando por sí mismo.

La casa huele a coliflor, como muchos días desde que Nuria decidió que debían ponerse a dieta, y Joaquín le saluda con un movimiento de cabeza cuando pasa por delante del salón donde éste ve la televisión con la misma expresión de quien ve llover. Una vez colgada la corbata y desconectado el móvil, los tres se sientan a cenar como cada noche alrededor de una conversación casi tan insípida como la coliflor. Nuria trata de hacer que su hijo adolescente le cuente con detalle cómo ha ido ese día en el instituto, pero Joaquín no está por la labor de contarle que se está planteando seriamente dejar los estudios para ponerse a trabajar. Por lo menos, todavía no, así que no dice mucho con palabras, pero da a entender con la mirada que hoy tampoco le apetece hablar.

Poco después padre e hijo comparten un cigarro en la terraza de su duodécimo piso en el Barrio del Pilar. No hablan mucho porque no tienen nada que decirse; prefieren pensar cada uno en sus cosas de manera que las ideas se ordenen para dar paso a un sueño más o menos reparador. Mientras, Nuria termina de planchar las camisas de Ismael pensando en Marcos y más concretamente en su espalda moviéndose rítmicamente sobre su cuerpo. Calcula que han pasado ya tres meses desde que inició esa aventura con su compañero de trabajo y no consigue encontrar en ella un ápice de culpabilidad o de arrepentimiento, lo cual no es normal teniendo en cuenta que, en el fondo, a Ismael le sigue queriendo. O eso cree.

Ismael tampoco sabe que ya no quiere a su mujer. Es consciente de que ya nada es como era al principio, pero se convence de que igual que todo ha cambiado en su vida con el paso de los días, lo mismo ha ocurrido con su matrimonio. Y que no por ello, necesariamente, ya no haya amor. Piensa que con Nuria todo es fácil porque ya la conoce, y que aunque no despierte en él grandes emociones, por lo menos se encuentra en ella porque ha aprendido a observarse en los ojos de la que, hasta hacía no mucho, era su media naranja.


Afrodita en la ventana es un libro que cuenta con dos historias paralelas con algunos rasgos en común pero, al mismo tiempo, muy diferentes entre sí, tanto en su estilo narrativo como en la naturaleza de la historia. Resulta un libro adecuado para un público muy amplio, con capacidad para entretener y que, sin grandes pretensiones, permite reflexionar acerca de conceptos universales como el amor, la familia y la ambición.

La primera de las historias, escrita en pasado, habla de Claudia, una chica joven e inexperta pero tremendamente atractiva que, recién llegada a la gran ciudad, tiene que enfrentarse a sus miedos y a las complicaciones que le van surgiendo en su lucha por ser feliz. La segunda historia, escrita en presente, habla de Ismael, un señor de mediana edad que, cansado de la vida, establece una relación cercana con un grupo variopinto de mendigos que pululan por las calles de Madrid y a los que necesita incluso más que ellos a él. El hilo que conectará ambas historias será la admiración que Claudia despierta a su paso, sin dejar indiferente a nadie, ni tan siquiera a Ismael, que no podrá evitar establecer una relación insana de obsesión a través de la ventana donde la ve vivir.

Afrodita en la ventana está disponible bajo el sello de Bohodón Ediciones en formato tradicional y digital. ¡Consigue tu ejemplar!

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4 comentarios en “Afrodita en la ventana (Bohodón Ediciones)

  1. Pingback: Presentación en Barcelona | Alessia Calderalo

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