«Me resulta doloroso leer lo que yo he escrito. Por eso no llevaría ninguno de mis libros a una isla desierta», Elvira Lindo.

Enero 2009

La casa está vacía, silenciosa, y el eco que rebota sobre las paredes blancas desprovistas de cuadros se presenta de manera casi intimidante. Sólo unos pocos muebles parecen dar la bienvenida a los visitantes, casi todos en forma de esculturas: Miky Mouse, Tintín y demás reminiscencias del pasado indican que nos encontramos en un hogar en el que incluso los adultos no han dejado del todo de ser niños. Y no puede ser para menos, pues es un hogar de escritores, de creadores de historias.

Pero no se muestra infantil Elvira Lindo cuando habla de lo que la preocupa. Refuerza sus palabras con una mirada dura, tan adulta como sus cuarenta y seis años, y apoyadas por unas manos pequeñas pero fuertes que se mueven al ritmo de sus frases. Menos alegre y dicharachera de lo que uno esperaría, más adulta por tanto, Elvira Lindo habla despacio, haciéndose entender, teniendo cuidado de que no la malinterpreten como tantas otras veces ha pasado: “Me molesta decir una cosa y que se entienda otra. Uno debería abrir el periódico y encontrar buenas opiniones, interesantes incluso cuando no estén cercanos a lo que uno piensa pero que aporten un punto de vista diferente, pero hemos generado un lector poco abierto que parece que quiere que le pasen a limpio lo que piensa”.

La madre de Manolito Gafotas acelera un poco el ritmo de sus frases, sin disimular un matiz de hastío, para explicar que no se ha cansado de su hijo imaginario, pero sí de hablar de él, de repetir una y cien veces cómo nació el personaje y en qué momento decidió dejarle volar. Y no le falta razón: todo ha sido dicho ya sobre este personaje que ha conseguido que muchos de los jóvenes que ahora calientan los bancos de las universidades empezaran de niños a aficionarse a la lectura gracias a este clásico juvenil. Por eso le debe tanto a Manolito, un chaval gafotas que tiene mucho de sí misma: “Es casi un reflejo de cómo yo misma hablaba, de lo muy observadora que era de niña, de ese carácter que, lejos de un barrio y una familia como la de Manolito, se asemejaba mucho al mío”. Al libro de Mujercitas, le debe Elvira Lindo su gusanillo por la escritura, y ya en esos tempranos años empezó a dar rienda suelta a la imaginación y a las dotes de escritura que le permitieron entregar su vida a lo que, hasta ahora, ha sido su profesión: desde poesías infantiles hasta concursos literarios, Elvira Lindo se encerraba en su mundo imaginario y terminó convirtiendo su afición en su pasión, para pasar ya de joven a trabajar en la radio, un medio que, ella misma reconoce, le ha dado mucho.

untitledPero además de esta faceta de su vida en la que ha habido mucho trabajo, Elvira Lindo considera que ha tenido mucha suerte, y es que todo se le ha presentado de forma azarosa estando en el lugar adecuado en el momento oportuno. No puede reprimir una sonrisa cuando recuerda cuánta alegría y cuánta pasión ponía en sus trabajos periodísticos, en todos, incluso en los que no le gustaban. “Siempre he intetado huir de aquella sabiduría de lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, de las cuotas de audiencia y del todo vale”.

Y eso que Elvira Lindo siempre tuvo muchas oportunidades de dejarse llevar por este estilo de vida, pues siendo una persona tan prolífica, oportunidades de dar rienda suelta a otros intereses no le han faltado: guionista, escritora de cuentos y novelas, ensayos y artículos en, fundamentalmente, El País son algunas de las actividades a las que ha dedicado su vida, siendo sin duda la que más libertad y satisfacciones le da la novela. Todo lo contrario sucede con el Periodismo, que es el ámbito que más conflictivo le resulta: “Es un medio en el que me expongo semanalmente, con las dos columnas del suplemento dominical de El País y que, en muchos sentidos, me puede llegar a dar problemas”. Pero todo este tira y afloja de “lo tomo o lo dejo” siempre resulta a favor de sus artículos, ya que aún conserva la esperanza de poder cambiar a ese lector poco crítico y poco tolerante al que se refería cuando, con un tono de voz más tenso e intencionado, expresaba sus opiniones sobre lo difícil que es ser periodista en la actualidad pese a ser un trabajo maravilloso.

Muchos son los libros con los que ha reído y ha llorado Elvira Lindo, los libros que le traen buenos recuerdos y que la han inspirado para crear sus propias novelas, muchas de las cuales han hecho reír a su vez a otros tantos gracias a ese estilo tan suyo.
Y es que para ella, que considera que escribir humor es muy difícil, que hay que hacerlo con un ritmo especial y de una forma especial, el estilo es tener una manera determinada de contar las cosas, sin necesidad de demostrar que escribe bien, sino teniendo en cuenta sólo cómo ella quiera escribir, en este caso, “con libertad y con la certeza de que mantengo la ilusión de sus primeros años”.

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