Te echo de menos

22 mayo 2015

Te echo de menos, Madrid. Echo de menos tus tonterías, como que un día estés de buen humor y tus calles sean preciosas y estén llenas de buena gente, y otro día estés rebotada y no haya nada que podamos hacer para sacarte de tu locura transitoria. Echo de menos esa facilidad tuya para hacer que quiera estar siempre contigo y al mismo tiempo me agobie la idea de volver a vivir lo que ya hemos vivido.

Madrid, echo de menos tus taxis blancos con su inconfundible raya roja, porque me parecen mucho menos lúgubres que los negros de Barcelona y mucho más elegantes que los amarillos de Nueva York. Echo de menos tus baldosas con forma de rombos porque me recuerdan a mi infancia, cuando me maravillaban esas manchas grises que nunca imaginé que serían chicle repegado. Con tu lavado de cara te has llevado esos chicles y, con ellos, un poco mi inocencia también.

Echo de menos tus autobuses que antes eran rojos y ahora son azules. El reloj del edificio de Telefónica también era rojo antes y ahora también es azul; odio que intenten maquillarte casi tanto como odio que me intenten maquillar a mí. Tampoco me gusta que me cambien los recuerdos y que la osa y el madroño haya decidido jugar al pilla-pilla con el cartel del Tío Pepe. Qué descontrol, ni que yo decidiese ahora quitarme la nariz para intercambiarla con la oreja.

Echo de menos tu calor, el de dentro y el de fuera, echo de menos alzar la vista y que se me empañen los ojos de luz y de belleza, echo de menos saber que estoy a unas paradas de metro de mi casa y echo de menos pensar lo bonito que es que la palabra Madrid empiece igual que la palabra “madre” cuando la abrazo después de un durísimo día de paseos, terracitas, risas e inspiración.

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