Enjaulados

23 enero 2015

-¿Tú crees que algún día nos sacarán de aquí?

-No lo creo… a ti a lo mejor, para echarte sobre una cazuela.

-Capullo…

– A mí, no creo, y casi mejor  porque creo que nunca aprendí a volar…

-No sé. Parece que la más pequeña nos tiene cariño. No le harían algo así sus padres, ¿no?

-¿Esa pequeña piraña, querernos? Esa no quiere a nadie, si ni nos mira… Y ya has visto las peleas que tiene con su hermano para ver quién limpia las jaulas.

-Puede ser…

-Es, es.

-¿Te duele?

-No. Ya se han atrofiado, no siento nada. ¿Y a ti?

-No, la verdad que no. Desde que me instalaron la ruedecita para correr me siento algo más ágil.

-¿Te acuerdas de Momo?

-Claro.

-Solía decir que solo las personas con una vida vacía decidían controlar la de un animal que no les hace compañía. Y tenía razón, no somos perros, tú y yo, ¿qué gracia le encuentran a tenernos aquí encerrados, prácticamente amputados? ¿De verdad creen que tenemos el poder de ahogar su soledad?

-Pero… quizá sean unos amantes de los animales.

-En realidad creo que nos tienen para acallar sus conciencias por ignorar a sus hijos cuando les piden ir al campo de excursión.

-Sí, ya van tres veces esta semana, y siempre les mandan aquí, a molestar.

-Claro. No les merece la pena levantarse del sofá solo por ver animales correr y volar en libertad, teniendo ellos mismos dos maravillosos ejemplares en cautividad…

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