Dolores fuertes de cabeza

10 diciembre 2014

Se da la casualidad de que hay días en los que, de verdad, me duele la cabeza. No son muchos, pero esos días, de verdad, de verdad, de verdad que no le estoy poniendo la típica excusa para no hacer el amor. Son esos días en los que me he levantado pronto para ir a clase, he corregido exámenes durante todo el recreo y durante parte de la clase de segundo, mientras los alumnos están haciendo algún ejercicio. Son días en los he ido corriendo a la hora de comer a hacer la compra, para poder ir en ese rato libre que tengo en la tarde a la tintorería, y a eso de las ocho a por Tatiana a la academia de inglés para llevarla a solfeo, que no puede seguir faltando. Son esos días en los que mi profesión mi cansa y parece que la rutina absorbe mi energía, en los que los días del calendario no avanzan, en los que siento que la vejez acecha a un ritmo implacable, en los que no muchas cosas me hacen ilusión. Esos días, de verdad, de verdad, de verdad que se me levanta un dolor de cabeza insoportable y no me apetece nada hacer el amor cuando cae la noche y los niños hace un rato que ronca. Ah, ¿que tus hijos no roncan? Qué suerte.

Se da la casualidad de que hoy, de verdad, es uno de esos días en los que me duele la cabeza. Pero ella no me creerá, dirá que son tonterías, que si fuese un hombre de verdad, tendría ganas. Pues no, de verdad que hoy, como ayer, también me duele la cabeza, y más desde que tengo sus gritos, sus reproches y sus insultos haciéndose su hueco en lo más profundo de mi sesera.

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